Ya soy un nómada digital. Oficialmente.
Ayer obtuve mis primeros ingresos online estando de viaje. 150 US$ por un día de trabajo, nada mal para empezar 😀
Después de casi dos meses correteando por Asia de un lado a otro y sin pasar más de dos noches en el mismo sitio, necesitaba un lugar donde bajar el ritmo y recargar pilas. Y Chiang Mai era el lugar perfecto.
Chiang Mai es una ciudad al norte de Tailandia conocida entre otras cosas por ser el paraíso de los nómadas digitales.
Es barata, segura, moderna, tiene buena comida, buen clima, acceso a internet de calidad, servicios, ocio…
Y además cuenta con una comunidad enorme de “farangs”, extranjeros que se han quedado aquí a vivir por meses o incluso años, de los cuales muchos trabajan a distancia con su ordenador.
Lo tiene todo para quedarte a pasar una temporada. Y eso era justo lo que yo tenía intención de hacer.
Quería pasar al menos una semana viviendo en esta “mágica” ciudad y experimentar por mí mismo ese ‘Digital Nomad Dream’ del que tanto había oído hablar.
Así que después de la paliza que me metí desde Myanmar, hace un par de días tomé un bus local desde Mae Sot y unas horas después me encontraba recorriendo las bulliciosas calles del casco antiguo de Chiang Mai.
Allí estaba yo, a las dos de la tarde, en mitad de la ciudad. Caminando bajo el sol con la mochila a la espalda y ataviado todavía con mi falda longyi birmana.
“Muy bien René, ya estamos aquí, ¿y ahora qué?”
Me di cuenta de que no tenía plan. Sí, quería vivir una semana a lo ‘digital nomad’, pero no sabía ni dónde iba a dormir aquella noche.
Fue entonces cuando esa mano invisible que me acompaña en el viaje, mezcla de Karma y aleatoriedad positiva del universo, hizo su trabajo.
Tras caminar 20 minutos en busca de una cama limpia donde dormir di con un albergue de los que yo llamo 3B-Hostel (Bueno-Bonito-Barato).
Después de check-inarme, dejar mis cosas en la habitación y tener una inspiradora conversación con un tipo de Manhattan, bajé a tomar un té en recepción y recuperar fuerzas mientras me ponía al día con el WiFi del hostel.
Entonces vi la notificación de Facebook más emocionante de las últimas semanas.
Antes de salir de Myanmar había dejado un mensaje en el grupo “Digital Nomads Chiang Mai” diciendo que era español, que estaría unos días en la ciudad y preguntando por alguien que quisiera quedar a tomar algo.
Una chica filipina me escribió diciendo que ella tenía un negocio online de traducciones y que necesitaban a alguien para traducir unos documentos de inglés al castellano, pero que lo necesitaban YA.
Me mandó un archivo de Excel y me dijo que si me interesaba y podía terminarlo antes de las 6pm del día siguiente me ingresarían 150 US$ en mi cuenta de PayPal.
Obviamente la oferta me olía raro, sonaba demasiado bonito para ser cierto, así que le pedí bastante información de la empresa y estuve 20 minutos comprobando si tenía sentido.
Parecía que la historia y los datos cuadraban, así que le dije que sí y me comprometí a enviarle la traducción al día siguiente.
“¡Vaya! Creo que acabo conseguir trabajo de traductor freelance…”
Bien. Primera parte del plan en marcha.
Sin embargo mi intención era VIVIR la experiencia de la ciudad, no sólo trabajar en ella. Quería conocer a algún otro nómada digital que viviera allí y me mostrara cómo ‘vibra’ esta ciudad.
Pero una vez más el Karma estuvo de mi lado.
David Ortega, otro bloguero español que creó la web Experimentandomundo.com, me escribió por Facebook por si quedábamos para conocernos.
Nos llevábamos siguiendo mutuamente desde hacía algunos meses, pero yo no sabía que estaba en Chiang Mai y fue toda una sorpresa.
Quedamos aquella noche para cenar en uno de los restaurantes callejeros al borde de la ciudadela.
Conectamos muy bien desde el principio y me invitó a pasar unos días en su casa, así podríamos trabajar en nuestros proyectos y compartir ideas durante la semana.
Ya tenía casa, curro y colega. 3 de 3!
Así que ayer experimenté mi primer día como nómada digital.
Me desperté sin alarmas, con la llamada de la naturaleza. Después de compartir un té y 4 tostadas con una simpática sudafricana me senté en la terraza del hostel, abrí el ordenador y me puse a traducir documentos corporativos de una empresa de joyería.
6 horas después, con una pausa entre medias para comer, había terminado. Se lo comuniqué a esta chica enviándole un par de capturas de pantalla y a los pocos minutos recibí la confirmación de PayPal con 150$ (-tax) en mi cuenta. ¿Así de fácil?
Después fui a casa de David a dejar mis cosas. Salimos en su moto a cenar a un mercado local y luego a la zona de bares a echarnos un billar y tomar algo con sus amigas tailandesas.
Esta mañana nos despertamos pronto y después de una sopa de noodles salimos a hacer deporte al parque de al lado.
Luego tomamos nuestros ordenadores y nos vinimos a un coworking lleno de ‘farangs’ y estudiantes tailandeses a trabajar en nuestros proyectos.
La chica de la empresa de traducciones me ha enviado otro trabajo mucho más largo con el que podría estar entretenido varias semanas.
Así que ahora mismo podría buscarme un piso y quedarme a vivir en Chiang Mai de nómada digital. Tal cual.
Cuando hace 6 meses decidí dejar mi trabajo como ingeniero en Alemania una de las preguntas (miedos) que más me asaltaban era: ¿qué voy a hacer después? ¿y si no encuentro trabajo “de lo mío”?
Pero a lo largo de este viaje, y especialmente durante esta semana, me he dado cuenta de que no hay un “de lo mío”.
Hasta ahora «lo mío» había sido el diseño de tuberías por ordenador. Pero eso no significa que esté ya encasillado y obligado a hacer lo mismo todos los días de mi vida.
Es verdad que especializarse es la única manera de ser muy bueno en un campo concreto.
Pero también es verdad que la fexibilidad, la capacidad de adaptación y el “espabilismo” cada vez se valoran más y te generan resultados REALES.
Cuando empecé a curiosear en el mundo del blogging escuchaba historias de gente que vivía muy bien en Tailandia gastando poco, cobrando de sus trabajos como freelance y sus proyectos online.
A mi todo eso me parecían un poco cuentos de hippy-progres. No lo veía sostenible.
Yo tenía esa mentalidad de que la seguridad se encuentra en el contrato fijo y calentar la misma silla durante 40 años, guste o no guste.
Sin embargo aquí, desde este coworking de Chiang Mai, rodeado de gente de distintos países, con distintas edades, cada uno en lo suyo pero todos en lo mismo…
Desde aquí puedo decir: Es posible. Es real.
Se puede trabajar de otra manera.
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